En los últimos años se afirma en las artes del espectáculo la coordinación de intimidad, un nuevo campo disciplinar que introduce cambios sustanciales en las condiciones de producción de escenas íntimas, esto es, escenas de sexo simulado, de violencia sexual simulada, tocamientos, hiper exposición, desnudez o que incluyan contenido o situaciones de detonación emocional. Se trata de un ámbito de experticia cuyo objetivo principal es la implementación de estándares que promuevan la soberanía de lxs actuantes sobre sus cuerpos, disminuyan los factores de riesgo de acoso, abuso y/o daño y complejicen la capacidad narrativa y expresiva de las escenas.
La emergencia de la coordinación de intimidad ocurre en un contexto y clima de época en el que se dan ciertas condiciones de posibilidad. En 2017, el movimiento MeToo ha colocado el tema del acoso y abuso sexual en las artes del espectáculo en el centro de la atención mediática internacional. Varias actrices del panorama internacional y local han hecho públicas sus denuncias por abuso durante rodajes, ensayos, castings, pruebas técnicas y durante su formación actoral. Se ha instalado el tema en los medios de comunicación, redes sociales y en la agenda de los colectivos de las artes del espectáculo.
Han comenzado a reconsiderarse con perspectiva de género e interseccionalidad las relaciones de poder, las desigualdades de clase, los fenómenos de precarización y auto precarización laboral, las hegemonías políticas y culturales que caracterizan el sector dando origen a un intenso activismo.
Por otra parte, se ha ido delineando una tendencia a privilegiar los procesos y condiciones de producción por sobre los resultados artísticos o estéticos del enunciado audiovisual o escénico. En tiempos de contratos sexoafectivos entre las personas, daría la impresión de que el modo en el que se construyen las escenas íntimas comienza a desmarcarse de las lógicas tradicionales. Aparece la necesidad de nuevos abordajes que permitan cursarlas a través de un tratamiento particularizado enmarcado en la teoría del consentimiento informado, la cultura de la prevención y la seguridad laboral.
Pero no solo las condiciones de producción de escenas íntimas se han puesto en debate, también sus contenidos, universos y temáticas: ¿cómo se cuenta el relato íntimo? ¿cómo son las escenas de sexo de las ficciones de nuestra contemporaneidad? ¿quiénes participan, cómo son y cómo se vinculan? ¿cuáles son los afectos que los atraviesan? ¿cómo son sus cuerpos? ¿qué historias y temas circulan?
Si las dinámicas, habitus y modus instalados en las artes del espectáculo pueden cuestionarse y transformarse, la coordinación de intimidad nos invita a imaginar otras concepciones posibles de organización del trabajo y a afianzar las instancias de creación colectiva que desplacen del centro las individualidades fortaleciendo los procesos de construcción de identidad y autoestima de todas las subjetividades que participan en la realización audiovisual y/o producción escénica .